Por Hugo Bertone.
A veces el pasado, con su profundidad de situaciones diversas, golpea fuertemente a través de un disparador, para traer y hacer carne nuevamente, aquello que no se conformó como concluso, atropellando fuertemente las estructuras que considerábamos establecidas y seguras de lo real y presente.

“Un muro de silencio” trabajo logrado con una pulcritud y claridad de conceptos única, nos ingresa en una revisión desde lo social hasta lo personal, de la mano de una historia con tintes personales marcados de su directora Lita Stantic, con más oficio como Productora que como directora, pero narrando de modo visual una construcción reflexiva, dejando pinceladas de creatividad y solvencia, apoyada en la grandiosa fotografía de un icono en el metie, como lo es Félix Monti.
Buenos Aires, 1990.Una directora inglesa llega a la Argentina para filmar una película que se desarrolla durante la última dictadura cívico – militar.
Paralelamente se cuenta la Historia de Silvia, una joven que pierde a su esposo, militante peronista, con el que tuvo una hija.

Así el desarrollo de ambas historias se irán entrecruzando transversal y significativamente.
Dos historias que logran fusionar el pasado y presente, con un halo de nostalgia no tan prodigiosa y un carácter subliminal a la hora de hacer mención o alegorías de aquel terrorismo de estado que tanto daño ocasiono a nuestra sociedad.
Sus personajes se proceden a la búsqueda de esquemas interiores que los definan, con la necesidad del complemento entre si ante estructuras difíciles de derribar, los planos iluminados son pocos, y el desarrollo narrativo un tanto lento, pero acorde al entendimiento de los integrantes de sus historias y los cambios a partir de sucesos que movilizan y sacuden.
La realización de esta obra no fue tarea sencilla.

El contexto de los años 90 para la cinematografía nacional no era el mejor, producto del desastre económico que nos encontrábamos transitando.
Stantic tuvo que generar el film a través del aporte de capitales extranjeros.
Los filmes de carácter social o políticos, tampoco eran bien recibidos en épocas de “pizza con Champagne” y vacuidades snobistas, en la cual se debía “estar feliz y positivo” cuando la raigambre estructural de la pobreza y de la falta de oportunidades, venia erigiéndose a pasos agigantados. Y estos trabajos de reflexión, no cuadraban en el esquema citado.
A estas situaciones, se le sumaba aquella del impulso a dos fatídicas leyes: Obediencia debida y punto final, que indultaba y liberaban a todos aquellos que participaron en la demoniaca represión.
Su elenco es de jerarquía.

Vanessa Redgrave, la actriz británica en una correcta actuación, representando a la directora de cine. Ofelia Medina como Silvia, la joven que debe exteriorizar su pasado para liberar males, Lautaro Murua, el Gigante de la actuación nacional, como un escritor muy particular, y un elenco suplementario que engrandece la obra.
Stantic tuvo que batallar con su trabajo, que es importantísimo ver y analizar, siendo una pieza única en el rompecabezas de filmes que demuestran nuestros hechos históricos y aquel terror acontecido.
En un contorno frio, de construcciones casi distopicas, la joven le pregunta a su madre, Silvia: La gente no sabía lo que estaba pasando?
A lo que su madre le responde: Si…todos sabían…
Muros de silencio.
Que no debemos permitir Nunca Mas que se construyan a nuestro alrededor.