En Puan, la dupla de realizadores conformada por María Alché y Benjamín Naishtat busca acercarse al universo cotidiano de la universidad desde un lugar atípico: la comedia.

por DIEGO LERER

Puan, de María Alché y Benjamín Naishtat (Argentina, Italia, Alemania, Francia, Brasil, 2023) 111′

La vida universitaria en la Argentina no tiene demasiados exponentes cinematográficos. No es fácil retratar el universo cotidiano de una facultad de una manera que sea creíble por los que participan en ella y, además, comprensible –y lo suficientemente entretenida– para los demás, los que la miran de afuera. El estudiante, la opera prima de Santiago Mitre, logró convertirse en un gran retrato del específico mundo de la Facultad de Ciencias Sociales a partir de una sabia combinación entre credibilidad interna y una estructura dramática accesible del tipo thriller político. En Puan, la dupla de realizadores conformada por María Alché y Benjamín Naishta, busca también acercarse a ese combo mágico pero desde un lugar muy diferente: la comedia. O, digamos, una especie de comedia, una que pone en juego las distintas tensiones personales y sociales que existen en un lugar así.

En este caso se trata de la Facultad de Filosofía y Letras, con sus particulares personajes y sus temáticas un tanto distintas a las de Sociales. Y a diferencia del film de Mitre, Puan no se mete en el mundo de los estudiantes –son figuras secundarias en casi toda la película– sino en el de los profesores, con sus luchas internas, sus indiscretas peleas por el poder, sus celos y manías. En este recorrido, sin embargo, la película termina abriéndose del mundo privado de los claustros e intentando pensar la relación entre la tarea de enseñar y el mundo que está afuera de las paredes de la universidad.

Marcelo (Marcelo Subiotto, elegido hace pocos días como mejor actor en el Festival de San Sebastián por este rol) tiene todo para ser el sucesor del titular de la cátedra de Filosofía Política que acaba de fallecer en un súbito e inesperado accidente. Era su adjunto, su amigo y, para casi todos, su heredero natural. Pero todo se le complica cuando reaparece en la facultad Rafael (Leonardo Sbaraglia), un profesor que se había ido a estudiar y trabajar a Europa –más precisamente a Alemania– y ha regresado al país con una cierta reputación de “estrella” en el tema. Pronto queda claro que Rafael intenta quedarse con la misma posición y que ambos tendrán que competir por ella cuando se abra el concurso para designar el nuevo titular de la materia.

Puan se presenta, de entrada, como una comedia clásica. Cualquiera que haya visto otras películas humorísticas sobre intensas rivalidades personales se imaginará lo que sigue: una serie de acciones en las que los protagonistas se van enfrentando de maneras más y más virulentas. Y acá, si bien algo de eso hay –quizás de un modo pasivo-agresivo, como corresponde a dos educados profesores universitarios–, la intención de los realizadores es encarar por otro lado, apostando más a convertir el film en un retrato de Marcelo, quien ha llegado a un punto en su vida en la que no parece tener muy claro lo que quiere hacer. Y ser.

Es un hombre al que la facultad ha definido como persona por más de treinta años y, en algún punto, se ha vuelto casi parte del mobiliario. Y su deseo por ocupar ese cargo quizás esté más impulsado por las expectativas y por su propia “carrera” que por otra cosa. Está en un punto crítico de su vida en el que tiene que decidir cómo seguir de allí en adelante. Con su mujer (Mara Bestelli) intentan mudarse, pero a él le cuesta arrancar, y algo similar le pasa en muchos otros aspectos. La presencia de Rafael parece darle un objetivo, pero quizás por ahí no pase lo más importante.

Puan mostrará en tono cómico pero nunca burlón el mundillo de las reuniones de profesores, sus internas, sus peleas y sus relaciones personales. Toda una larga secuencia ligada al velorio del profesor fallecido es la apuesta más clara de la película por la comedia franca, inclusive escatológica. Y allí aportan su experiencia en la materia actores como Cristina Banegas, Alejandra Fletchner, Julieta Zylberberg, Andrea Frigerio y Claudia Cantero, entre otros, además de Sbaraglia, que se luce en los momentos más absurdos de la trama.

Pero como quien sale de una burbuja y se enfrenta al mundo real, en algún punto la película pega un giro que se va haciendo más y más evidente con el correr de los minutos. El humor empieza a quedar un poco en segundo plano, a la par de que vamos entendiendo que los profesores no tienen porqué ser ni rivales ni enemigos entre sí. Que hay otros enemigos afuera, más reales y mucho más peligrosos, a los que se debería estar combatiendo. El tema es que a Marcelo –a quien Subiotto dota de una permanente cuota de ligera y woodyallenesca angustia– le cuesta bastante hacer ese click.

A la par de lo social –que es un tema persistente en el cine de Naishtat, el director de Historia del miedo y Rojo–, la película nunca abandona a Marcelo y a sus conflictos íntimos. El tipo da clases particulares de las que un poco se avergüenza, no quiere aceptar una invitación a viajar para dar una conferencia a Bolivia para no quedar afuera de la discusión por el cargo, y parece tan ensimismado en su autocompasión que no logra interpretar del todo lo que sucede afuera de su propio predicamento. Y esa rara disociación entre lo personal y lo social es lo que tiene que tratar de resolver.

Lo que los directores de Puan retratan con inteligencia y mucha percepción es ese espacio que separa lo privado de lo público. La vida universitaria –con su carga teórica y, en el caso específico de Filosofía, con temáticas que pueden parecer alejadas de los conflictos urgentes del presente– puede volverse autosuficiente, cerrada en sí misma, un trabajo desconectado del resto del mundo. Y lo que termina por contar este fascinante film, uno mucho más provocativo y complejo de lo que parece en un principio, es ese recorrido que implica dejar de mirar cada uno su propio ombligo para alzar la vista y ver que, alrededor nuestro, el mundo que conocimos se está cayendo a pedazos.

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Diego Lerer

Es crítico de cine. Fue editor del suplemento Espectáculos del diario Clarín y edita el blog Micropsia. En Twitter es @dlerer.

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