Por Silvio Mattar
Un brote reverdece, se renueva, para volver a marchitarse de inmediato. El acontecer es único, inédito y efímero. Cada sonido de la naturaleza, por mas que nos suene familiar, su entonación es diferente; si se lo escucha bien, la diferencia es notoria.
Sin embargo venimos peleando las mismas cosas año tras año, y eso no tiene variantes porque son derechos supuestamente adquiridos, que al no ser concebidos permanentes y eternos, dejan de ser tales. Excepto que la naturaleza esté por fuera de la humanidad.
Parece que lo que uno sabría no modificaría en nada su relación con la ignorancia. Ya no todos los meses, sino todos los días y minutos discutimos los mismos principios, y cuando se piensa y razona demasiado algo, se vuelve dificultoso, por ejemplo: respirar, o tragar, si insistimos en raciocinar esos actos, se vuelven complicados. (Hace la prueba, pensa en el acto de respirar, prestale atención, y vas a ver que a la cuarta vez se complejiza).
Nos regalaron la palabra, nos “prestaron” la discusión, y cuando en algún momento pensamos que conseguimos algo, en realidad lo recuperamos para mañana volverlo a perder, entonces en el devenir volvemos a discutir lo mismo que la semana anterior, y así sucesivamente hasta no se sabe cuando.
Ellos lo aprendieron bien de la enfermedad conceptual filosófica y psicoanalítica, te dejan inmovilizado en un punto, con preguntas circulares y retroalimentadas; la filosofía siempre te aclara que no tiene respuestas, que tiene preguntas, y el psicoanálisis te dice que mientras hay vida hay análisis.
Así estamos, discutiendo los mismos problemas que a principios del siglo pasado, parece que lo único que recorre el camino de la evolución es la ciencia, la humanidad tiene los mismos conflictos desde Sócrates hasta el hoy. Existe sólo una diferencia, nos ofrecen y facilitan instrumentos intelectuales y un caro café, para crear un clima político de barricada.
