Los festejos del 2020, en plena pandemia, estuvieron marcados por una dolorosa pérdida de cercanía. Este domingo para muchas familias vuelven los abrazos y los besos, un factor clave para revitalizar las relaciones.

Por Nahir Del Buey

Con una campaña de vacunación avanzada y pocas restricciones por la baja de casos de coronavirus, este domingo vuelven las reuniones por el Día de la Madre, lo que fue celebrado por mujeres que el año pasado lo vivieron sin contacto con sus familiares, mientras especialistas aseguraron que esa “pérdida de cercanía fue dolorosa” y destacaron la importancia del regreso de los abrazos.

Silvia Rodríguez Fos tiene 68 años, vive en la localidad bonaerense de Escobar y en diálogo con Télam contó que en 2020 no pudo festejar el Día de la Madre con sus hijos Paola (44), Diego (42) y Camila (24), ni con sus tres nietos, porque todos viven en la Ciudad de Buenos Aires y para esa fecha “recién se empezaba de a poco a abrir la posibilidad de comenzar a verse y todavía no había vacunas”.

“Con mi hija más chica estuve conviviendo durante la cuarentena. A mis otros dos hijos y nietos recién empecé a verlos en noviembre, pero mantuvimos contacto por Zoom y celular, con charlas y videollamadas”, recordó la mujer.

“El festejo del Día de la Madre del año pasado fue doloroso”PATRICIA ADRIANA TREJO
En este sentido, mencionó que “fue fuerte el cambio porque normalmente nos veíamos por lo menos una vez por semana, y hubo que adaptarse a esa nueva realidad poco deseada”.

Para Silvia el Día de la Madre es una fecha “meramente comercial”, pero considera que sigue “determinadas tradiciones” familiares que la llevan al festejo.

Con respecto a este domingo, como su hija cumple años ese día, van a celebrar ambas cosas ya que “hay más tranquilidad a nivel pandemia, y están casi todos vacunados”.

Foto: Victoria EgurzaFoto: Victoria Egurza
Patricia Adriana Trejo, de 52 años, vive en Villa General Belgrano, es docente y madre de Nicolás (29), Gonzalo (26) y Valentina (17).

“El festejo del Día de la Madre del año pasado fue doloroso”, expresó y lamentó no haber podido ver a su madre ni a su hijo mayor “de la manera que hubiese querido”.

Nicolás vive en CABA, a 162 kilómetros de la casa de Patricia, por lo que se comunicaron durante más de un año haciendo videollamada. “Pero no era lo mismo, porque cuando cortábamos venía el bajón”, recordó la mujer.

Valentina vive con ella y a Gonzalo pudo verlo un poco más porque reside cerca de su casa. “Pero Valentina tenía más temor” por los riesgos de contagios de Covid-19, sostuvo la mujer.

“Los vínculos familiares son muy importantes y cuando hay fechas especiales son esperadas” pero cuando llegó la pandemia “dejé de prepararlas porque faltaba gente”, dijo Patricia, quien celebró que el domingo “será más tranquilo ya que puedo salir a ver a mi mamá, se habilitaron los micros de larga distancia, y puedo ver a mi hijo; además se va a preparar la mesa linda y se va a brindar”.

La especialista consideró que una de las enseñanzas de estos tiempos fue que “el extrañar” a un ser querido sirvió para revalorizar un vínculo y para tomar conciencia de su importancia.

“Fue muy importante aprovechar los avances que se dieron en la comunicación virtual, que permitieron establecer rutinas de encuentros, compartir meriendas, almuerzos y noticias. A raíz de estas circunstancias se ha reformulado el concepto de distancia geográfica, el estar cerca o estar lejos”, analizó en diálogo con Télam.

“Algo que afectó en especial al vínculo entre madres e hijos fue que muchas expresiones de afecto estuvieron en pausa o disminuidas, como el abrazo o el beso”MARÍA FERNANDA RIVAS
En cuanto a los encuentros, sostuvo que “los especialistas hablan del hambre de piel”, una de las posibles consecuencias psicológicas de la falta de abrazos.

“Algo que afectó en especial al vínculo entre madres e hijos fue que muchas expresiones de afecto estuvieron -y aún están- en pausa o disminuidas, como el abrazo o el beso y la necesidad de tomar contacto físico con los otros”, explicó.

Celsa Maricel Vendrell, que es ama de casa, tiene 65 años y vive en la Ciudad de Buenos Aires, pasó la cuarentena con su madre en una localidad bonaerense, por lo que no pudo ver a sus hijos Diego y Damián durante siete meses y medio, lo que le causó “mucha angustia”.

Foto: Victoria EgurzaFoto: Victoria Egurza
Para la mujer “los Días de la Madre son importantes; siempre estábamos juntos”, pero el año pasado “no hubo festejo” y vio a sus hijos y nietos “desde el comedor, por la ventana”.

“Este año nos vamos a juntar a almorzar. Podremos compartir una mesa y una comida, y no sólo vernos unos minutos, a dos metros de distancia, vereda y ventana mediante”, celebró.

“La pérdida de cercanía en los abrazos de los festejos de cumpleaños, en el Día de la Madre del año pasado, y tantas fechas significativas fue muy doloroso”PATRICIA ALKOLOMBRE
Patricia Alkolombre, presidenta del Comité Mujeres y Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA), también valoró el impacto que tuvo la pandemia y la “no presencialidad” en la vida familiar.

“La falta de contacto con los seres queridos trajo un incremento de la ansiedad, y el temor al contagio y la incertidumbre tuvo como consecuencia estados depresivos de mayor o menor intensidad”, detalló.

En este sentido, aseguró que la pandemia “modificó la vida familiar y a cada uno de sus integrantes” por el incremento de las tareas de cuidado de los hijos, en el hogar y todo lo que atañe a lo cotidiano.

“Para muchas mujeres resultó una oportunidad para reencontrar el tiempo de compartir en familia”, dijo Alkolombre, pero consideró que en los casos donde los hijos estaban lejos de sus madres “se incrementó la comunicación virtual, para suplir la necesidad de una cercanía”.

Sobre este aspecto, sostuvo que “la pérdida de cercanía en los abrazos de los festejos de cumpleaños, en el Día de la Madre del año pasado, y tantas fechas significativas fue muy doloroso”.

“La falta de contacto con los seres queridos trajo un incremento de la ansiedad, y el temor al contagio y la incertidumbre tuvo como consecuencia estados depresivos “PATRICIA ALKOLOMBRE
Juana de la Cruz Zarza, de 89 años, vive con su esposo Félix, de 87, en Villa Fiorito, en el partido de Lomas de Zamora (en la zona sur del conurbano), y tiene tres hijos, Elías, María Eleonora y Aníbal.

El año pasado pudo compartir su día solo con Aníbal que vive en el piso de arriba de su casa. “Estuve casi un año sin poder ver a mis otros dos hijos”, recordó y dijo que el “el miedo y la distancia” fueron los dos factores que impidieron los encuentros ya que su hija vive en Pilar y su otro hijo en Florida (ambos en el norte del conurbano bonaerense), quien además está casado con una médica y era muy propensa al contagio.

“Fue una alegría inmensa volver a verlos”, sintetizó.

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