Hace dos años decidió ser trabajadora sexual pero desde antes levanta las banderas de los derechos de las mujeres. Por qué busca visibilidad en un tema tabú y cómo encontró en la escritura una nueva faceta del sexo.
Llegó desde la provincia de Formosa para estudiar periodismo deportivo. Después de sus estudios, pasó por el Diario Olé y por otros trabajos como salones de belleza o call centers. Empezó a militar por los derechos de las mujeres y asistía a villas y barrios postergados. Hasta que hace dos años, decidió cambiar su vida para siempre: iba a iniciarse como trabajadora sexual.
En diálogo con Juan Rubinacci en “No Te Des Vuelta”, Natalia Canteros recordó que “antes de comenzar a ejercer el trabajo sexual me topé con muchas compañeras para ver cómo lo afrontaban ellas y era bastante complicado, siempre hay estigma discriminación, miedo al rechazo de la familia”.
Por ese motivo, “hacía que todo haya empezado clandestinidad con nombre artístico –Nina León-, pero después de arrancar me saturaba estar con una doble vida cuando no estaba haciendo nada malo”. Fue entonces que entendió, había que “visibilizarnos para no seguir estando debajo de la alfombra como si fuéramos la peor escoria de la sociedad, y que eso también era un obstáculo para luchar por el reconocimiento del trabajo sexual y los derechos que nos corresponden”.
Pero Natalia –o Nina- guardaba algo más. Después del taller de literatura que realizó, la escritura también empezó a formar parte de su vida, y qué mejor que relacionarla a su trabajo: el sexo. Publicó “Puta poeta”, un libro con poesías de tenor erótico que incluso escribió acompañada de algún cliente en un hotel alojamiento.
“Eso surgió como un servicio que lo creé como un juego porque me gusta mucho escribir y los hoteles y los encuentros con mujeres y hombres me daban muchísimas historias para contar”, dijo Natalia. Sucedía que “me daban muchas ganas de escribir en alguno hotel y le pedía permiso a mis clientes para darme un ratito y escribir”.
Por último, contó cómo fue contarle a su familia, en la que encontró sólo a su madre como protectora: “Ella se enteró pero fue la que más se abrió a escucharme y pedirme información para estar al tanto y dejarla tranquila, sentí contención por parte de ella, cosa que no pasa con mis hermanos, que ni siquiera me felicitaron por el libro”. En ese sentido, entiende que “es parte del proceso de aceptación y hay familias que no lo aceptan nunca. Es producto del estigma que hay hacia nuestro trabajo.