Por Silvio Mattar
Cuantas veces tiene que suceder algo para utilizar el termino “siempre”? Cuantas repeticiones de un suceso ameritan el concepto? En que momento aparece la escena como un deja vu? El “siempre”, es un problema de rutina? De repetición? De hábitos?
Una cosa es el “siempre” a modo de automatismo, de aburguesamiento, de domesticidad, de adiestramiento. Otra cosa es el “siempre” relacionado con los hábitos, con la moralidad, con los derechos concebidos y adquiridos.
Los medios de comunicación trabajan con la resonancia de la palabra, fueron puliendo el significado, el contorno tan preciso, hasta convertirla en objeto de intereses propicios de época, a través de estigmatizaciones convenientes. La palabra “siempre” vinculada a los hábitos y derechos es sostenida única y etimológicamente desde el arte.
Lo intransigente y lo resistente es el “siempre” en la conciencia artística. La condición de insumisión y desobediencia es lo eterno en el universo de lo caduco, finito y pasajero.
Hay cantantes, músicos y artistas que vuelven “siempre” a la patria chica, al barrio. Por mas que hayan expuesto en grandes teatros y en lujosas salas, vuelven al barrio. El bar, el café, es la conexión con el barrio, con los vecinos, con los nombres propios, con las raíces. Está muy lejos de pensarse como el desafío de ser profeta en su tierra, está más cerca, mucho más cerca de vincular el hecho con la pertenencia emocional.
Cantar en el café del barrio es una forma “siempre” de resistencia.