
Por Ricardo Tejerina
La xenofobia y el racismo en la vida cotidiana. ¿Es la edad un atenuante? La ética laxa de las redes sociales y la doble moral.
Cada era tiene su paradigma. En la actualidad, mientras transitamos caminos de aperturas socioculturales y ampliación de derechos, hay valores que se han apreciado respecto de interpretaciones pertenecientes a un pasado no tan lejano. Ocurre que en tiempos largos, la suma de derechos por parte de colectivos de género, etáreos, laborales o pertenecientes a minorías étnicas, sexuales, religiosas o víctimas de cualquier tipo de violencia, son, en verdad una novedad histórica. Todos los debates de ampliación de derechos sociales, civiles y políticos, se producen recién a partir de la mitad del siglo XX, es decir: sólo 70 años contra la historia completa de la humanidad.
No obstante, enhorabuena que ocurra, aunque tarde, la interpelación social a la xenofobia y al racismo cotidiano, pues no hace falta un genocidio para ver la cruel cara de la discriminación material y simbólica. El penoso episodio de los rugbiers integrantes del seleccionado nacional, que expuso tweets de vieja data de tres de ellos, pero con ominosos contenidos, conocidos inmediatamente después de la frialdad con la que resolvieron su “homenaje” a Maradona en su partido ante los All Blacks, reveló la dudosa ética de los dirigentes de la UAR que primero sancionaron a los involucrados, y luego, ante la reacción interna de clubes y deportistas, dejaron sin efecto esas sanciones, oscureciendo aún más su participación en el hecho. Ocurre que las deplorables líneas virtuales de los rugbiers, producidas éstas durante la adolescencia de todos ellos, nos demuestra la casi unanimidad de criterio respecto de la inmadurez propia de la edad, pero no así de los mandatos culturales con los cuales ellos y otros muchos crecieron y construyeron una cosmovisión elitista y racialista. Esas expresiones lamentables eran producto de una cultura de clase que alimentaba a esos adolescentes y su reproducción debería estar muy lejos de sorprendernos, más todavía si fue relativamente poco lo hecho para modificarla durante mucho tiempo. Los hechos, cualquiera sean, deben ser analizados, no obstante, sin prescindencia del contexto histórico. Juzgar hoy, sólo con nuestra percepción actual, deviene no sólo extemporáneo, sino injusto. La clave radica en ser capaces de reflexionar acerca de la pobreza estructural de la xenofobia y el racismo, y de la doble moral de las redes sociales que suelen condenar a lo mismo que incesantemente estimulan con estrategias de toda laya. Hacen falta más derechos para un mundo un poco menos torcido.
*El autor es escritor, licenciado en Gestión del Arte y la Cultura (UNTREF) y ex subsecretario de Cultura municipal.
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