( Por Raúl Dellatorre (* ) A diferencia de lo que le está ocurriendo a su amigo Sebastian Piñera, presidente de Chile, a Mauricio Macri no fue un pueblo convulsionado en las calles el que empezó a despedirlo. Fue el llamado “mercado” el que le bajó el pulgar, lo llevó a un sendero de deterioro acelerado y lo está despidiendo con una corrida espectacular.

Tratar de anticipar lo que pueda ocurrir en estos próximos días en la plaza cambiaria entra en el terreno de la ciencia ficción, pero lo que es perfectamente palpable es que estalló el modelo de desregulación cambiaria y financiera, y liberalización de los movimientos de capitales que impuso Cambiemos a partir de diciembre de 2015. 

El macrismo se endeudó irresponsablemente hasta que el mundo financiero le bajó el pulgar y entró en escena el FMI, corresponsable de la actual crisis externa argentina con una política que agravó el costo social de la debacle. Cómo se está viendo en las ultimas jornadas, el dólar no tiene precio en Argentina, con el riesgo de que en una economía dolarizada como la estructuró el macrismo, sean muchos más los productos sin precio hasta que la política le vuelva a imponer las prioridades a la ecoomía.

Por eso es que se hace prioritario salir de la trampa que plantea el acuerdo con el FMI. El nuevo gobierno se verá obligado a revertir una política que sólo puede considerarse “exitosa” en cuanto a que logró, en 18 meses, imponer un mega ajuste sobre el gasto público, reducir el costo laboral por licuación de salarios nominales, y un “ahorro” en dólares (balanza de pagos) mediante el impacto de la recisisión sobre las importaciones y viajes al exterior. La contrapartida es que ni hubo más producción por la reducción de costos laborales, como tampoco más divisas disponibles para cubrir los compromisos externos. El “ahorro” en divisas y el ingreso de dólares por préstamos del FMI, se fueron tan rápido como entraron por la ventanilla de la fuga. Y detrás de los dólares, el gobierno que representó a esos intereses.

La trampa del acuerdo

El Instituto IPyPP acaba de publicar un análisis del balance cambiario (firmado por Alejandro López Mieres y Claudio Lozano), que revela el impacto en las condiciones socioeconómicas y en las cuentas externas del acuerdo con el FMI de abril de 2018. “La pobreza, que en el primer trimestre del 2018 involucraba al 25,5% de la población, alcanzó en el segundo trimestre del 2019 al 36,7%. Las maxidevaluaciones que surcaron el período con sus respectivos impactos en los precios sumados a la profundidad de los ajustes fiscal y monetario, determinaron una gran caída de los ingresos populares y un desplazamiento del Estado en sus funciones básicas de protección social”. 

El trabajo del IPyPP analiza la evolución del balance cambiario hasta junio de 2018, cuando entra en vigencia el acuerdo stand by, y a partir de esa fecha. Se observa allí que en la primera etapa del macrismo, un débil resultado positivo en el comercio exterior (14.900 millones de dólares entre enero 2016 y junio 2018), era poco significativo para enfrentar la salida neta de dólares por turismo y otros servicios (26.300 millones), pago neto de intereses (24.800 millones) y utilidades y dividendos girados al exterior (6000 millones). El resultado total del balance cambiaria corriente arrojaba, para el período, un saldo negativo superior a los 40 mil millones de dólares. A partir del acuerdo con el FMI (julio de 2018 hasta agosto de 2019), ese saldo negativo se equilibra, por la caída de importaciones, turismo externo y giro de utilidades que provoca la recesión interna, mientras se mantiene elevada la salida por pago de intereses de la deuda.

La contracara es cómo se financió ese desequilibrio hasta junio de 2018 y qué cambió con posterioridad. En el primer período llegaron unos 10 mil millones de dólares (netos) por inversiones de portafolio (especulativas), préstamos financieros (23 mil millones)y el primer tramo del FMI (15 mil millones). También hubo inversiones directas, aunque no fue una “lluvia” sino una suave “garúa” (5700 millones). Pero en el mismo período, la fuga de activos financieros al exterior superó los 50 mil millones de dólares. Mucho endeudamiento, pero los dólares salían por otra ventanilla.

Qué pasó después de julio de 2018? Se revierten las inversiones especulativas (se fueron más de 9300 millones), hubo que pagar préstamos financieros no renovados por 4200 millones, mientras que el FMI y otros organismos internacionales se convirtieron en los exclusivos financistas con un monto total de préstamos de 38.500 millones de dólares. Lo notable es que la fuga no se detuvo: sumó otros 33.500 millones de dólares en apenas 14 meses.

Prófugos

El estudio llega hasta agosto, pero las cifras de lo sucedido en los últimos dos meses dan cuenta de que este proceso se aceleró, aunque ya sin el respaldo del FMI que suspendió el desembolso de recursos. El Banco Central publica con un retraso de cuatro jornadas el detalle de sus movimientos de reservas internacionales. Con los datos hasta el martes 22, se sabe que, desde el 11 de agosto (fecha de las PASO), se dilapidaron reservas por más de 19 mil millones de dólares. De esa cifra, 7500 millones correspondieron a pagos de deuda; 6100 millones a caída de depósitos en dólares en bancos y 5600 millones a dólares vendidos en el mercado para tratar de evitar la presión alcista del valor de la divisa. A partir del miércoles, se fueron reservas por otros 3000 millones de dólares. Que se sepa, no hubo vencimientos importantes de deuda, por lo cual una parte significativa se pudo haber ido por retiro de depósitos o compras de dólares al Banco Central. En sólo tres días: la fuga se expande.

Este es el grifo que la autoridad monetaria, con respaldo de las autoridades políticas, debería salir a cerrar este lunes. Se habla mucho de un cepo, lo cual le ahorraría a las reservas seguir solventando con recursos propios la fuga, pero no evitaría que se abra aún más la brecha entre un “dólar oficial”, para el comercio exterior, y el paralelo que se negocia entre privados, ya sea el “blue” de las cuevas (a 75,75 el viernes) y el dólar de transferencia o fuga de la bolsa y el “contado con liqui” (tocando los 81 pesos al cierre de la última semana). Es decir, asumir en la práctica el desdoblamiento entre un dólar “controlado” y otro “descontrolado”, con el riesgo de que muchas operaciones del primero se le filtren al segundo por el premio enorme que representa el diferencial de precios (por ejemplo, liquidación de exportaciones que no se declaren en el mercado formal).

El “remedio” de subir las tasas para que el rendimiento de mantener los fondos en moneda local sea más atractivo que correr al dólar ya demostró su rotundo fracaso. Las políticas de “mercado abierto” parecen no tener respuesta para las actuales circunstancias, y las de “restricción limitada” presuponen un bajo impacto, ya que perdieron poder de fuego ante la expansión de la crisis. Hasta que el Estado recupere sus funciones básicas de autoridad de control sobre el sistema financiero y de soberanía monetaria, difícilmente encuentre la puerta de salida a la crisis. Sin una posibilidad real de cogobierno, a las futuras autoridades no le quedan muchas más opciones que reclamarle a las salientes que no sigan destruyendo lo que aún queda en pie.

FUENTE: Motor Económico.

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